Estamos viviendo una
etapa del año que es muy especial para todo ser humano, porque implica el fin
de un ciclo y, a su vez, el comienzo de uno nuevo. Esto, querámoslo o no, tiene
una profunda influencia en nuestra vida, pues el universo –el gran creador de
todo lo que existe– funciona a través de los principios de la ley natural. Uno
de ellos nos dice que existen ciclos que se van repitiendo, como sucede de una
manera muy práctica y sencilla con la rotación de la Tierra alrededor del sol
en períodos cósmicos muy específicos. Los humanos somos parte de ese
ordenamiento universal, y también, por supuesto, funcionamos de igual manera,
ajustados a estos principios. Una pregunta fundamental que te debes hacer, particularmente
ahora, es la siguiente: ¿para qué estoy en este mundo? Sobre este tema, preocupación
que los humanos han tenido desde el comienzo de los siglos, quiero plantear
unas reflexiones, aplicables a todas las actividades humanas, incluidos los
fenómenos de salud y enfermedad.
Desde hace 2600 años, Buda, así como Jesús y una serie de seres
excepcionales,
han dejado el mismo mensaje: hemos venido a este mundo para cumplir propósitos
como especie y también a nivel individual, uno de ellos es el de servir a
nuestros semejantes. Madre Teresa de Calcuta lo expresó en esta bella frase:
“El que no vive para servir, no sirve para vivir”. Para lograr este loable objetivo
no se necesita tener recursos materiales, sino y principalmente, un profundo
deseo de entender y ayudar a las personas con las cuales tienes contacto –sean
o no familiares o conocidos. Lo que entregamos a los demás, el universo nos lo
devuelve. Este es otro de los principios de la naturaleza, que en la
civilización Oriental es denominado como la gran ley del karma o de causa y
efecto. En síntesis, lo kármico nos enseña que lo que le entregamos al universo
es lo que vuelve a nosotros. Coloquialmente nos dice: “aquello que sembremos es
lo que cosecharemos”.
El tercer punto, es que las experiencias que tienes en este momento se te
presentan no por casualidad, sino por causalidad. El azar no existe en el
universo. Tus acciones y las personas con las cuales te relacionas obedecen a
un propósito en tu vida. ¿Y cuál es? Solo tú lo puedes responder. Lo que sí es
claro es que debes vivir de manera apasionada y amorosa cada una de tus
actividades, sé agradecido, honra a esa persona con la cual de manera sincrónica
compartes este momento de tu vida. La sincronía es un fenómeno estudiado en
extenso por el psiquiatra suizo Carl Gustav Jung (1875 – 1961); indica que
existe una conexión entre todos los fenómenos que suceden en el universo
externo, pero también con lo que sucede en el universo interior, porque como
nos dice una ley espiritual: “Todo lo que sucede afuera sucede de igual forma dentro
del universo personal”. No estás separado, sino que haces parte del todo, por
esa razón a través de tus acciones te puedes convertir en un agente de
transformación de la realidad individual y colectiva. www.urielescobar.com.co
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