La
esperanza es un estado del ser a través del cual se pretende alcanzar un ideal que
cumpla con expectativas individuales o colectivas. Por mi parte, yo sueño con un
país donde la mayoría de los colombianos tengan como norma de vida un
comportamiento ético y donde primen los sagrados intereses del colectivo sobre
las mezquindades personales. Hoy se está haciendo una gran marcha cuyo eslogan
es “Vamos a la calle, contra la corrupción”; sus gestores, entre ellos el expresidente
Álvaro Uribe, piden que esta sea una fuerza de presión para que renuncie el
gobierno corrupto de Juan Manuel Santos.
No
marcharé porque esa no es la esperanza que tengo puesta en mi país. Durante los
últimos 16 años, Colombia ha sido gobernada por esos dos respetables líderes
anteriormente mencionados, responsables de la situación en que vivimos. Así que
ni Santos, ni Uribe; lo que necesita nuestro país es un liderazgo que refleje
la conciencia de un nuevo individuo comprometido con el desarrollo de la
sociedad. ¿Y cuál es la clave de esa conciencia colectiva? El reconocimiento y el
respeto absoluto por los derechos que tenemos todos y cada uno de los
colombianos. Cuando el líder reconoce esos derechos, no roba, no delinque, no
hace trampas.
Sin
embargo, esa forma de liderazgo solamente la podrán elegir unos ciudadanos
conscientes, que no se dejen manipular y que exijan ese actuar de sus
dirigentes. Afortunadamente, hay personas que luchan para que dicho ideal sea
una realidad.
Por ejemplo, recientemente acompañé a Orlando
Parra, un intelectual y luchador por el despertar de la conciencia colectiva, al
lanzamiento de su libro Hay esperanza,
donde junto con 25 autores de diversas tendencias analiza un punto esencial en
este momento de la historia nacional: la necesidad de reflexionar sobre la
nueva dirección que Colombia necesita.
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