El 10 de mayo del 2017 fue un día histórico para el reconocimiento de la
igualdad de todos
los colombianos: se dejó de lado algún tipo de diferencia de género
o condición –casado, soltero, viudo– y prevaleció el supremo derecho a ser
respetados como seres humanos. Ese día la Comisión Primera de la Cámara de Representantes
hundió por 20 votos a favor y 12 en contra el proyecto de ley por medio del
cual se convocaba a un referendo para que los colombianos decidieran si las
parejas del mismo sexo podían acceder o no a la adopción, lo cual se había
extendido a los solteros, separados y viudos.
Esta iniciativa regresiva, liderada por Carlos Alonso Lucio –exguerrillero
del M-19 ahora convertido en misionero y predicador protestante– e impulsada
por la senadora liberal Viviane Morales, durante todo el debate tuvo el apoyo
irrestricto de los sectores y los representantes de la extrema derecha, como Alejandro
Ordoñez y el Centro Democrático. De hecho, la senadora Morales pidió a los
colombianos “ayuno y oración para lograr el éxito y derrotar la ideología de
género”, porque, según ella, “esas son las armas de nuestra batalla, de nuestra
milicia, […] armas invencibles”.
¿Entonces el hundimiento de este esperpento que nos hace recordar los
más oscuros sucesos de la Edad Media significa que Dios no está escuchando a
quienes se consideran sus pastores o a los férreos defensores de la moral y las
costumbres? No, ¡claro que Dios sí escucha a todos sus devotos! ¿Pero sabe
usted, amable lector, quién es Dios? Un ser demócrata –si se me permite
utilizar este término–; y la enseñanza bíblica más pura que Jesús nos recordó a
lo largo de su vida pública es que todos somos iguales y debemos amarnos los
unos a los otros. Eso significa que Dios ama a los LGBTI, a los
solteros, a los castrochavistas, a las Farc, a Ordóñez y a Morales, y a los del
Centro Democrático.
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