Publicado en Diario ADN,junio 18
2018
Tal cual lo predijeron las
encuestas, y con igual acierto que en la primera vuelta,el candidato del
expresidente Uribe ganó las elecciones y pone a Colombia en una situación
aparentemente muy cómoda para los dueños tradicionales del poder, pero en
una muy arriesgada para quienes apostaron por la paz
de Santos aquí y en el extranjero y temen que ella se desbarate.
El nuevo presidente
podría creerse que solo ha sido el que dijo Uribe. Durante su campaña el
mayor esfuerzo estuvo concentrado en defender a Uribe de los ataques
equivocados de Petro y, (ojo con eso), en ponerse el vestido que necesitara
en cada ocasión. Si había que posar de bambuquero,lo hizo.Si de
rockero,cogió guitarra. Si de centralista a ultranza,propuso volver a la
Constitución de Núñez en 1886. Y si de moralista se trataba,para complacer
a una parte de su electorado encabezado por Ordoñez y Vivian, pues se
revistió de enemigo del matrimonio gay.
Pero el nuevo presidente no solo es
el de Uribe, es también el de Luigui,el hijo de Fabio Echeverri, el viejo
zorro que creó esta candidatura hace varios años y logró que el hoy elegido
presidente le cargara a su hijo la maleta en Washington los
varios años que Luigui representó a Colombia como
delegado en el BID. Si los muertos pueden ver desde la tumba,Fabio
Echeverri Correa debe estar pleno por haber conseguido que un muchacho
escogido por su ojo de águila y tutelado hasta el más mínimo
detalle por Luigui ( ejerció de gerente déspota de la campaña ganadora)
haya obtenido la presidencia del país que Fabio,con honores, debería haber
conseguido a lo largo de su productiva existencia.
Seguir de obediente a Uribe y a
Luigui o separarse de ellos, es el principal dilema de quien es desde ayer
presidente.Haga una cosa o la otra, agarrémonos de la silla.
@eljodario
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