Lo que piensas
y lo que sientes se manifiesta en tu organismo: no existe una separación o unos
límites entre la mente y el cuerpo físico. La unidad de todo lo que existe –no
solo en el ser humano sino en todo el universo– tiene una larga tradición
afincada en diversas escuelas y filosofías espirituales, que han enunciado unas
supuestas verdades que explican el funcionamiento del individuo y del cosmos. En
los últimos años, las investigaciones científicas, en especial de la mecánica
cuántica, han corroborado algunas de ellas. En el siglo II a.C., en Kaladi
(India), Shankaracharya postuló los principios del advaita o filosofía no
dualista, que en síntesis plantea que “existe una unidad esencial entre Brahma;
las almas encarnadas y el universo”.
En lo
concerniente a la investigación científica, el genial físico alemán Albert Einstein
pasó los últimos años de su vida tratando de encontrar una teoría unificada que
explicara el funcionamiento del universo, y fue a partir de sus trabajos como
otros investigadores (como Schwarz, Scherk y Green) han postulado teorías como
la de las cuerdas, las supercuerdas, la teoría del todo, que buscan
precisamente eso: encontrar un principio fundamental unificador de todo lo que
existe. En el campo de la salud, el psicólogo estadounidense Robert Ader, en la
universidad de Rochester, propuso cómo la mente puede influir sobre el cuerpo a
través de sustancias moleculares y del sistema inmunológico, para impactar
sobre la salud de las personas. La psiconeuroendocrinoinmunología (PNEI)
derivada de estos principios se considera actualmente como un campo promisorio
de intervención para tratar de manera integral a las personas.
Las
consideraciones anteriores me permiten retomar lo esbozado al inicio del
artículo: si le hablas a tu cuerpo, él te escucha. La palabra tiene un gran
impacto en la relación con nuestros semejantes, pero lo que se está demostrando
cada vez con mayor claridad es que también produce los mismos efectos en la
propia persona que genera esos pensamientos. Por esta razón es sumamente
saludable no solamente hablarle a tu cuerpo, sino consentirlo, acariciarlo, y
él responderá de manera agradecida. El medicamento más poderoso para sanar
enfermedades se encuentra dentro del propio individuo; despertar ese potencial
sanador es posible: conversa con tu cuerpo y escucha sus mensajes.
0 comentarios:
Publicar un comentario