La noticia registrada en los medios
sobre el noviazgo oficial de la excanciller María Angela Holguin y el eterno
candidato a la presidencia Sergio Fajardo,me ha hecho pensar en la peligrosa
tentación que ha sido la sociedad bogotana para muchos provincianos que han
aspirado a gobernarnos o han logrado hacerlo.
El ejemplo lo tenemos fresco
en el expresidente Uribe. Por alguna razón que él podría explicar en
sus memorias o que sus biógrafos posteriores deberán esculcar, Uribe tenía
una obsesión mayúscula por copar la sociedad bogotana .Lo demostró cuando
escogió como su vicepresidente a Pachito Santos y lo recalcó más aún
cuando nombró a Juan Manuel Santos como su ministro de Defensa y después
cuando lo aupó, equivocadamente sin duda, hasta llevarlo a ser presidente.
Por supuesto Uribe para contrarrestar ese efecto arribista, nunca fue a
cocteles y restaurantes bogotanos y la única vez que entró a la Estancia
Chica, lo hizo corriendo. Para el provinciano Uribe montar en su carroza a
los Santos pareció una obsesión no satisfecha sino hasta que se atragantó.
Probablemente en su remoto pasado
antioqueño, cuando “El Tiempo” era de los Santos y orientaba al país desde
sus páginas diarias, poner a los Santos a sus pies, involucrándolos como
parte de su estrategia política resultaba una meta victoriosa de astucia
paisa.
Ahora, cuando Fajardo cerró su
apartamento de Medellin y se fue a Bogotá y se enamora públicamente de Maria
Angela Holguin, de la más rancia estirpe bogotana, nieta , sobrina y
emparentada con expresidentes , se evidencia un afán casi igual por montar en
su carretilla a ese estamento social extremo que ha dominado el país
desde cuando Jiménez de Quezada fundó la capital a 2.600 metros de altura
para huirle a los zancudos que causaban el feroz paludismo .Quizás Fajardo
cree que ella es el antídoto para no volver a ser derrotado en sus nuevas
aspiraciones presidenciales.
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