Por estos días tan aciagos que pasa Colombia, he
estado pensando en Martha Lucía Ramírez. Quienes la conocemos
desde hace tanto rato y le hemos oído sus planteamientos, tal vez demasiado
largos pero no por ello irrazonables, podríamos hasta creer que en las actuales
circunstancias del país ella es una reserva inmediata que podría servir
muchísimo para salir del atolladero. El hecho de que haya sido elegida
vicepresidente del país no le puede resultar un estorbo para que los
colombianos la oigan no haciendo eco a lo que ella sabe que no funciona, sino
tomando la bandera que todos queremos en el fondo que alguien ondee con
responsabilidad y buen tino.
Ella sabe de política. Se ha curtido en esas lides
yendo y viniendo del éxito a la derrota, de la vida juvenil de modelo a la de
ministra de la Defensa Nacional. Ella ha recorrido el país, conoce sus
intríngulis y las variedades temperamentales de que gozamos por pisos
climáticos los colombianos . Por supuesto el país la conoce, sabe quien
es ella, qué piensa y, sobre todo, sabe como actúa en situaciones difíciles o
ante problemas inverosímiles. Ella es reconocida por quienes ocupan escaños en
el Congreso porque todos afirman que conoce y practica el lenguaje
circunstancial de sus oficios.
A más de hablar muy largo y de no tener un buen
modisto ni un buen peluquero, puede tener defectos como todos los seres humanos
y quizás hasta se enrede sola .Pero como los disimula bien y ha corregido
algunos con el paso de los años, existe una tendencia nacional a compararla con
el primer mandatario y su despistada manera de ejercer el oficio asignado y,
obviamente, ella sale ventajosa porque basta con tener un solo dedo de frente
para reconocer que la colección de actitudes intonsas que comete quien nos
gobierna, ella no las repetiría y nos podría sacar exitosamente adelante.
gardeazabal@eljodario.co
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