Helena llegó a consulta de salud mental tras ser
remitida por una institución del primer
nivel de atención. La nota médica decía que estaba francamente deprimida y que
requería intervención especializada. Se confrontó la historia clínica con la
entrevista que se le realizó a la consultante; el psiquiatra llegó a la
conclusión de que debía ser hospitalizada porque había riesgo de que atentara
contra su vida. Helena es una mujer de 36 años, soltera, docente de primaria.
En la cita se le preguntó sobre lo que consideraba como factores principales
para sentirse de esa manera; comentó lo siguiente: “Diciembre es una temporada
muy difícil para mí, especialmente en los últimos tiempos, luego del asesinato
de mi padre, que ocurrió para esta fecha. De eso hace seis años, pero lo
recuerdo como si fuera hoy, o a veces pienso que no es verdad que eso haya
sucedido. Siempre permanecíamos juntos: organizábamos la casa y compartíamos en
familia”.
Agregó: “Le confieso: le tengo odio a estas
festividades, y desde que inicia el mes de octubre, comienzo a sentir angustia
y desespero porque sé que se acerca la época en que todo el mundo está feliz. Yo
prefiero encerrarme y no le coloco ningún adorno navideño a la casa. Este año
me ha dado más duro el no tener a mi padre: lo pienso y no duermo, lloro mucho
y me gustaría tanto verlo y compartir con él”. La situación que vive Helena no
es infrecuente; de hecho, la literatura científica ha estudiado de manera
profusa lo que ha denominado las reacciones de aniversario, para
significar aquellos recuerdos dolorosos que afloran en las personas cuando se
acerca la fecha en la cual falleció un ser querido, y cuanto más traumático
haya sido el acontecimiento, mayores pueden ser las reacciones psicológicas y
emocionales asociadas.
En diciembre no siempre sucede lo que decía el Mono
González, por allá en los años 1938, cuando inmortalizó estos versos que
repetimos y disfrutamos muchos colombianos: “Llegó
diciembre con su alegría, mes de parranda y animación, que se baila de noche y
día y es sólo juergas y diversión. Se hace natilla, se hacen buñuelos, se dan
regalos en caridad. Engringolados, chicos y abuelos hacen el árbol de Navidad”.
¡No! Muchas personas son invadidas por sentimientos como la ansiedad, la
tristeza y la desesperanza, obedeciendo a recuerdos que siempre llegan a sus
mentes y se convierten en un verdadero ritual que martiriza sus vidas. Esas
remembranzas duelen y taladran lo más profundo del alma de estos seres humanos.
Para ellos, mi consideración y afecto.
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