La vida psíquica del ser humano es un oscilar
permanente entre subidas y bajadas desde el punto de vista emocional, lo cual
impacta de manera significativa los pensamientos y los actos de quien las
experimenta. El sentir y el pensar son dos aspectos constitutivos de la
condición humana, y se puede plantear de manera un poco simplista que el
sentimiento es el telón de fondo sobre el cual se dibuja la personalidad de un
individuo. En el estudio de la psicología y de la psicopatología (que es la
vivencia alterada de los procesos psíquicos), los investigadores aún no se
ponen de acuerdo acerca de qué es lo primero que sucede en una persona: el
pensamiento que genera una emoción; o, por el contrario, la emoción que genera
una forma específica de pensar. Me inclino por la segunda postura: considero
que la emoción precede al pensamiento y, al igual que los colegas que comparten
esta opinión, utilizo como hipótesis de trabajo lo que sucede en el proceso
evolutivo en el cual se adquiere la maduración cognitiva. Veamos un poco más en
detalle esta cuestión. Al nacer y en los meses posteriores, el niño experimenta
a plenitud distintas sensaciones, pero aún el pensar es incipiente y se va
desarrollando a partir de las enseñanzas que el sujeto recibe de sus figuras de
identificación.
El psicólogo y biólogo suizo Jean Piaget
(1896-1980) dedicó gran parte de su vida al estudio del desarrollo psíquico de
las personas desde el nacimiento hasta la vejez; y, aunque para algunos pueden
ser controversiales sus aportes, fue quien sentó las bases de lo que llamamos
psicología evolutiva, en la cual conceptúa que hay cuatro etapas en la
estructuración de la personalidad. La primera de ellas es la sensoriomotora,
que va desde los cero a los dos años, y, como su nombre lo indica, hay un
predominio de lo sensorial y lo motor; luego, en etapas posteriores, se
presentan los procesos más complejos de memoria y aprendizaje. De acuerdo con
lo anterior, por muy adulta y madura psíquicamente que sea una persona, siempre
estará sometida al torbellino de las emociones que anidan en su interior y cuya
génesis está en la escala evolutiva de donde procede el individuo humano.
¿Qué utilidad le podemos atribuir a esta
información para el autoconocimiento y para modular la montaña rusa emocional
por la que atraviesan todos los seres humanos? Sin duda es de gran importancia
reconocer que como seres sintientes nos veremos siempre expuestos a diferentes
cascadas emocionales,
según factores internos y también según los retos
que plantea la existencia en una civilización cada vez más compleja como la actual.
La recomendación, entonces, es reconocernos en nuestras expresiones emocionales,
cualesquiera que ellas sean, y vivirlas a plenitud; si están en un pico alto,
bajarán, y si están en un pico bajo, subirán. Somos los testigos del acontecer
de esa bella experiencia de estar y sentirse vivo. www.urielescobar.com.co
0 comentarios:
Publicar un comentario