Para vivir se requiere una
motivación o un propósito que justifique al individuo mismo la respuesta a la pregunta
que siempre rondará en su cabeza, aunque muchas veces no sea de manera
consciente: ¿para qué estoy en este mundo? Siempre habrá una meta por alcanzar,
un anhelo por el cual luchar para que se convierta en una realidad futura que
provocará alegría o satisfacción. De hecho, desde el punto de vista psicológico,
se considera que entre los 50 y 60 es una etapa en la cual la persona comienza
a preguntarse si efectivamente ha cumplido las expectativas que tenía de joven.
Y como la edad posterior coincide con la jubilación (después de los 65), sí que
es un periodo crítico y es responsable de muchos síntomas de corte depresivo, con
pensamientos reiterativos, muchas veces llenos de culpa porque no se pudieron
cumplir uno o varios objetivos planteados a edades tempranas. Ahora bien, hay
un fenómeno bastante común en franjas de población cada vez mayores que están
en el ciclo vital que se corresponde con la adolescencia y la juventud (de 12 a
28 años): no hay una motivación para vivir.
Los indicadores que muestra la
Organización Mundial de la Salud, OMS, durante el 2023 son contundentes: más
del 40 % de los 703 000 suicidios que sucedieron a nivel global ocurrieron en
este tipo de población; una tendencia idéntica en nuestro país. Las ciencias
sociales han estudiado el fenómeno que está sucediendo en dicho grupo etario, a
quienes han denominado de manera coloquial como los “ninis”, para hacer
referencia a jóvenes que ni estudian, ni trabajan y no los seducen para nada
las alternativas que les ofrece la sociedad en el ciclo tradicional de estudio
– trabajo – jubilación. A ellos, en la época de redes sociales y de tantos
cambios en la dinámica social, no les interesa tener hijos, relaciones
afectivas basadas en el estatus del matrimonio o permanecer toda su vida activa trabajando
para una sola empresa. Algunos, que he tenido la oportunidad de acompañar
terapéuticamente, manifiestan que sienten una profunda pereza por la vida, como
si estuvieran en un lugar equivocado y con una visión muy arraigada de no
futuro. ¿Cómo afrontar este fenómeno que cada vez tiene un mayor impacto en la
salud mental de los jóvenes y, por supuesto, de sus familias y de la sociedad?
No se puede tener una respuesta única
desde un solo ámbito (en este caso, la salud mental) para una situación global
y pluridimensional. Lo que sí se puede afirmar desde lo psicológico es que es
fundamental el empoderamiento a partir de edades muy tempranas de los niños y
adolescentes, para que sean conscientes del papel protagónico y la
responsabilidad que les compete en el camino hacia el futuro de la
civilización; y esto se logra a través de la transmisión de los valores
personales, familiares y sociales, en el marco de una relación padres/hijos
basada en el respeto y la aceptación incondicional del individuo desde su
particular forma de relacionarse con el mundo. Los padres y los adultos deben
cumplir un rol trascendental en este proceso de acompañar a los jóvenes en su
transitar por el contexto actual. www.urielescobar.com.co
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