El ser humano se ve enfrentado a una serie de particularidades que le plantea el mundo actual y a partir de las cuales debe elaborar unas respuestas que le permitan adaptarse a su entorno de manera exitosa. ¡Y no es que sean más difíciles que las vividas por los antecesores en épocas pretéritas!, por supuesto que no; pero lo que sí es cierto es que cada momento de la historia de la civilización tiene características que la hacen única. En el siglo XXI se han superado problemas del pasado, como la falta de energía, la movilidad por grandes distancias, las muertes a edades tempranas por patógenos que ya han sido descubiertos y a los cuales se les ha encontrado solución desde el punto de vista de la salud pública, etc. Las preocupaciones globales de los habitantes actuales del planeta Tierra son otras: la destrucción masiva de ecosistemas; la extinción acelerada de especies animales y vegetales; el cambio climático; y, particularmente, la evolución desigual y las brechas cada vez mayores entre países con altos estándares de riqueza y desarrollo social y aquellos donde hay una pobreza tan extrema, que ni siquiera se pueden suplir las necesidades básicas para tener una vida digna.
Precisamente, en 2015, la
Organización de Naciones Unidas, ONU, aprobó la agenda para el Desarrollo
Sostenible, encaminada a mejorar la calidad de vida de todas las personas a
través de 17 objetivos, entre los cuales hay uno que es ponerle fin al hambre.
¿Qué ha pasado desde entonces? En el informe de 2022 dice que lejos de estar
próximos a cumplir este objetivo, el problema de la alimentación se ha ido agravando.
En este año, 2000 millones de personas no tienen acceso habitual a alimentos
seguros, nutritivos y suficientes, 148 millones de niños sufrieron retraso en
el crecimiento y 45 millones sufrieron emaciación (bajo peso para la altura). El
informe concluye de una manera nada optimista: “El
persistente aumento del hambre y la inseguridad alimentaria, impulsado por una
compleja interacción de factores, exige atención inmediata y esfuerzos globales
coordinados para aliviar este desafío humanitario crítico”. A lo anterior
debemos agregar el incremento de tasas
de suicidio, el consumo de sustancias psicoactivas, el desencanto por vivir de población
cada vez más joven.
En un mundo
con mayores avances tecnológicos, aumento de la expectativa de vida global y desarrollo
de la inteligencia artificial, que vislumbra, muy cercana en el tiempo, la
fusión de la máquina y el humano para mejorar sus capacidades naturales, como
lo plantea el transhumanismo, el reto de vivir una experiencia auténticamente
humana es no solamente complejo, sino que requiere un esfuerzo consciente en la
búsqueda del bienestar psicológico y emocional del individuo y de la comunidad
global. La evolución de la especie solo es posible a través del ejercicio de la
compasión, la solidaridad y el reconocimiento del semejante como parte integral
de nuestra condición humana. www.urielescobar.com.co
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