Cuando el terapeuta le pidió a Cristina que describiera la emoción
que en ese momento experimentaba, no dudó un segundo en responder que era
culpa. Con el transcurrir de los días, la emoción inicial se había convertido
en un sentimiento de culpabilidad por lo que le había sucedido a su hermano:
estaba segura de que esa noche cuando él le habló telefónicamente para que lo
escuchara, si ella hubiera acudido a su encuentro, habría evitado la conducta
suicida que consumó media hora después de dicha llamada.
Por
muchas vueltas que le diera al asunto, no podía entender cómo era posible que
una persona con tan solo 28 años de edad estuviera cansada de vivir. En varias
ocasiones, su hermano Jorge le había manifestado el deseo de quitarse la vida
porque para él despertar cada mañana era una experiencia dolorosa que no estaba
dispuesto a seguir tolerando. No obstante, ella siempre le daba el siguiente
consejo: “La vida es hermosa, es un regalo por el cual siempre debemos estar
agradecidos. A ti no te falta nada: tienes juventud, trabajo, personas que te
quieren. ¿Qué más quieres para disfrutarla?”. Amargamente, Cristina le comentó
al terapeuta que por eso se siente responsable de su muerte: “Porque él
confiaba mucho en mí y le fallé”.
El
concepto que tiene Cristina sobre la experiencia de vivir está muy arraigado a
las premisas de la sociedad actual, cuestión reforzada por los “gurús” de la
felicidad que a través de “fórmulas mágicas” pretenden decirle a sus incautos
seguidores cómo alcanzar el bienestar y que el primer paso para lograrlo es
decir categóricamente que “la vida es hermosa”. ¡Falsa afirmación! La vida no
es una bella experiencia para individuos que, como en el caso de Jorge, sienten
un gran vacío y un sinsentido doloroso en su existencia. Y lo peor que se le
puede decir a alguien deprimido es que sea agradecido. Para ellos, el sufrimiento
es su única realidad, y la muerte es la manera que encuentran para tratar de
escapar de él; la perciben como una liberación. Entenderlos compasivamente en
su dolor, sin criticarlos, ese sí es el primer paso para una ayuda auténtica.
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