Publicado en Diario ADN, junio 6 2018
Están circulando por las redes fotografías que muestran largos
callejones en vías del Magdalena en donde los mangos maduros se
amontonan en el suelo pues no hay quien recoja la cosecha o ella no tiene
como salir a los mercados. Así debe ser en Valledupar,donde hace décadas un
alcalde visionario sembró calles y carreras de mangos que por estas fechas
cargan y maduran ( si es que no los han talado entre Electricaribe y los
mandatarios municipales hacha en mano).Pero esa visión que la cibernética
nos permite contemplar de la supercosecha de mangos nos entristece a
los vallecaucanos, en donde por estas épocas también teníamos los árboles
de mango cargados. Ya va la segunda temporada de florescencia y son muy pero
muy poquitos los mangos que dan cosecha.Los ve uno sin frutas,a veces
totalmente pelados a la orilla del camino, o en los pocos relictus donde
todavía se conservan ( en inmediaciones de Buga,por la carretera de
Mediacanoa a Roldanillo o las granjas frutales de Andalucía y
Bugalagrande).
Ese espectáculo es fruto exclusivo de la muerte de las abejas en el
valle geográfico del rio Cauca. No solo porque los bosques y guaduales
fueron talados para sembrar caña,sino porque los insecticidas, fungicidas o
“madurantes” que usan los señores de Asocaña le decretaron la muerte a las
abejas ( como en muchas otras partes del mundo) y las pocas colmenas que
quedan en las montañas central y occidental del Valle, no alcanzan para
contrarestar la matazón.
Ojalá los señores de Asocaña entendieran la situación y a más de
mermarle a los venenos,destinaran una buena suma para que los apiarios
,o al menos las colmenas, se regaran por todo el Valle recuperándole
ese sentido de orden dulce a la naturaleza que definitivamente no lo
garantiza el azúcar.
@eljodario
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