Si
algo nos caracteriza a los colombianos es que hemos construído
mucho de lo que tenemos ejerciendo la envidia y la venganza y, aunque no se
crea, disimulándolas.
Si hubiésemos
superado la envidia por el bienestar ajeno no estaríamos
creyendo que lo de cada uno es lo peor y lo del otro lo mejor. Y, aunque
duela admitirlo, sobre la envidia polarizamos y nos enfrentamos. Por algún
maldito gen, no hemos podido aceptar jamás que otro lo pueda hacer mejor
.Tal vez por el mismo ancestro, cuando damos una opinión
sobre lo bueno o malo del sujeto observado o juzgado, siempre se nos refuta
comparándonos
con otro o, lo que puede ser peor, tildando al que califica, de pertenecer
al bando enemigo
del calificado.En Colombia una opinión neutra es rechazada.Una opinión
propia un es delito.
De
la misma manera, desde épocas
precolombinas y después
en los hombros de los conquistadores españoles y en las andas
de las torturas de la inquisición eclesiástica,
hemos ejercido la venganza como única forma de compensar lo que no
somos, lo que hemos perdido o para disimular lo mal orientados que hemos
estado. El que la hace la paga, ha dicho una y otra vez quien hoy nos
gobierna. Y la mayoría
de compatriotas ha creído
que esa frase presidencial no es una exageración
ni una forma miserable de entronizar la venganza como elemento ordenador de
la sociedad.
Probablemente
la religión
católica,
con sus cuentos del cielo y el infierno, del premio y el castigo, abrió
las puertas para que actuáramos
como los judíos
o los musulmanes e implantáramos
aquello de diente por diente, ojo por ojo.No importa de dónde
provenga.Lo cierto es que nos estorba muchísimo y que bajo ningún
punto de vista pareciera que
quisiéramos
modificar nuestra actitud.Hicimos un país sobre la envidia y la venganza
y hoy nos está
resultando demasiado costoso admitirlo y más caro todavía,intentar
modificarlo.
@eljodario
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