En la actualidad, un manto de dolor cubre al planeta Tierra. Millones de personas están siendo sometidas a la más cruenta barbarie que puede experimentar un ser humano: el sufrimiento que provoca vivir entre el fuego cruzado desatado por el poder destructor y demencial de la guerra. El jueves 24 de febrero del 2022 será recordado como uno de los más tristes y aciagos momentos que ha vivido la humanidad en los últimos años: ese día, Vladimir Putin dio la orden de movilizar las tropas rusas para que invadieran Ucrania. Desde ese entonces, el resto del mundo se convirtió en testigo horrorizado de las cifras que se han derivado del conflicto entre estas dos naciones. Filippo Grandi, el alto comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados (ACNUR), mencionó que más de 660 000 personas han huido de Ucrania para buscar refugio en países vecinos; otros voceros de este organismo internacional coinciden en que esta situación está a punto de convertirse en la mayor crisis de refugiados que ha vivido Europa en lo que ha corrido del siglo.
Lo que está sucediendo actualmente por el
enfrentamiento bélico entre Rusia y Ucrania es una tragedia peor que la
pandemia de la covid-19. ¿Por qué me atrevo a hacer esta afirmación? Es
sencillo a mi entender: la pandemia, aunque desde su aparición en diciembre del
2019 ha producido 439 millones de infectados, 5.9 millones de fallecidos,
pérdidas económicas incalculables y alteraciones a nivel psicológico y emocional
en personas de todo el mundo, se trata de una enfermedad provocada por un virus,
algo extrínseco al ser humano; pero el enfrentamiento de estos dos países es
fruto de la estupidez humana, de la incapacidad de quienes lideran tales
naciones para dialogar y ponerse de acuerdo en las diferencias que
necesariamente surgen en seres que están dotados de inteligencia y
discernimiento para analizar los fenómenos a los cuales se ven enfrentados.
Cuando las personas en todo el mundo estaban
confinadas como consecuencia de la pandemia, se hacían muchos análisis y se
decía, en general, que una vez se superara la enfermedad (como en efecto está
sucediendo en este momento), la humanidad iba a tener un cambio en sus formas
de relacionarse. De manera idealista, se consideraba que nos convertiríamos en un
mundo más solidario, fraterno, preocupado prioritariamente por el bienestar de
todos los seres, y que, como consecuencia, habría una mayor atención para las
personas vulnerables de la sociedad. Se supone que se aprendería la lección de
que solo si nos unimos, podemos superar como especie no solamente esta
contingencia, sino las futuras. ¡Craso error! No solamente no hemos aprendido a
ser solidarios, sino que la pandemia ha despertado sentimientos de
intolerancia, discriminación y estigmatización. La guerra que estamos viviendo
retrata de cuerpo entero eso que he llamado la estupidez humana. www.urielescobar.com.co
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