La enfermedad, el envejecimiento
y la muerte han sido uno de los mayores retos que ha afrontado el ser humano a
lo largo de la Historia, en su afán por encontrar los factores que contribuyen
a que se presenten y cuáles serían las estrategias para disminuir su impacto
irreversible en la calidad de vida de las personas. La medicina, como actividad
científica que se ha dedicado a su estudio, en los últimos siglos ha tenido
indudablemente una gran repercusión positiva en una vida más saludable y,
además, en el retraso del envejecimiento y la muerte. Los estudios comparativos
sobre la expectativa de vida de la población mundial muestran una curva
ascendente: por ejemplo, en un país como España, en el año 1900 la esperanza de
vida promedio era de 35 años, ¡y en el 2020 esta se incrementó a 80 años! (82
en las mujeres y 78 en los hombres). Son muchas las causas, pero las más
determinantes han sido las mejoras en la salubridad pública, la prevención de
enfermedades infecciosas a través de las vacunas, los antibióticos y la cada
vez más refinada tecnología médica.
Hace algunos días atendí en
consulta a Gilma, una joven mujer de 35 años, que me fue remitida con
diagnóstico clínico de fibromialgia. Esta es una enfermedad que se perpetúa a
lo largo del tiempo y presenta como síntomas principales dolor y rigidez en
todo el cuerpo, fatiga y cansancio, problemas de memoria y concentración y
síntomas emocionales como la depresión y la ansiedad. No se conoce cuál es su
origen exacto; algunos investigadores la atribuyen a eventos traumáticos,
lesiones repetidas o, incluso, secuelas de infecciones virales. Esta es una de
las razones por las cuales el tratamiento también es variado: analgésicos, cambios
en el estilo de vida (sueño, ejercicio, dieta, manejo del estrés), psicoterapia
(tratamiento verbal) y terapias complementarias (masajes, quiropráctica, acupuntura).
Al final de esa sesión, Gilma me preguntó: “¿Qué le habré hecho yo a mi cuerpo
para que me duela tanto?”.
En 1983 se publicó el libro La enfermedad como camino, de los
investigadores Dethlefsen y Dahlke, quienes hacen un planteamiento que no es
novedoso, pues ya había sido el sueño de Albert Einstein (1879-1955) al final
de sus días: encontrar una teoría o una ecuación única que explique todos los
fenómenos que se suceden en el universo; él la llamó la teoría del todo o
unificada. Estos autores expresan que no existen múltiples enfermedades que
aquejan al ser humano, sino que existe un único “mal estar” con diferentes síntomas,
que son mensajeros de una ruptura del ser con lo más profundo de su vida interior.
Esa fue la propuesta terapéutica que le hice a Gilma; no me cabe duda de que
ese malestar físico y psíquico que experimenta es un grito de dolor, un pedido
de ayuda de un ser en sufrimiento. www.urielescobar.com.co
0 comentarios:
Publicar un comentario