Ante la incontenible escalada de los precios, producto de los choques de oferta en el contexto internacional, el drástico aumento en el tipo de cambio y sus consecuencias en el costo de vida de los ciudadanos y sobre las estructuras de costos de las empresas, el término austeridad se ha popularizado recientemente.
De acuerdo con Joan Rojas, docente
del programa virtual de la Especialización en Gerencia Financiera de Areandina,
“en Colombia, la situación se acentúa con una balanza comercial deficitaria
y con una dinámica de consumo que ha favorecido a las importaciones. De hecho, el
analista económico, de políticas públicas y problemáticas sociales, Juan Pablo
Fernández, asegura que el crecimiento de las compras de bienes foráneos supera
a la del PIB. Si a eso se le suma la necesidad de adoptar una política fiscal
más austera, con la finalidad de atender el déficit y financiar los programas
del gobierno, entonces se agregan un conjunto de condiciones que tienen como
consecuencia la incertidumbre en el mercado y un aumento de las preocupaciones
de los empresarios”.
De la austeridad a la sostenibilidad
Si bien el Índice de Precios al
Consumidor (IPC) es el indicador económico con el que solemos estar
familiarizados, el Índice de Precios al Productor (IPP) nos permite analizar la
coyuntura macroeconómica desde el punto de vista de la oferta.
Según datos recopilados del
Departamento Administrativo Nacional de Estadística, DANE, “el índice en los
precios para el productor refleja un aumento significativo desde el 2010 a la
fecha, principalmente en los últimos dos años, pasando de 79,66 puntos en
diciembre de 2009 a 83,79 en enero de 2010, en sectores estratégicos para el
país como el agropecuario y la industria de extracción”, lo que para el
académico Rojas, “el incremento en los costos en el sector primario y
secundario, al final, traslada su efecto sobre el costo de vida para la
población. Es esencial emplear prácticas de gestión efectivas en todas sus
operaciones, especialmente al asignar o presupuestar recursos escasos para
maximizar el resultado programático y lograr su misión”.
Dada la situación descrita, la respuesta
en muchos ámbitos académicos y profesionales se reduce a una palabra:
austeridad. “Aunque más que pensar en recortar los costos y gastos por
doquier, la invitación es a que los directivos tomen decisiones estratégicas,
definiendo prioridades. Por tanto, debe pensarse más allá de la austeridad,
pues la idea es optimizar las asignaciones en procura de generar un mayor valor
agregado y propender por la sostenibilidad del negocio”, explica el docente
Rojas.
¿Qué hacer en tiempos volátiles?
Para el académico Rojas, actuar bajo
incertidumbre, los enfoques tradicionales de la planificación estratégica
pueden ser francamente peligrosos, por lo que líderes de áreas y directivos deben
prepararse para gestionar riesgos, implicando la estrategia a la incertidumbre.
“En el caso específico del control de
costos y gastos, los presupuestos tradicionales presentan restricciones
significativas; pues el modelo no permite reflejar la naturaleza dinámica del
negocio, especialmente en condiciones de alta incertidumbre. Por contraste,
tampoco es aceptable someter los resultados al azar, con el argumento de que no
hay lugar al pronóstico”, afirma Rojas y agrega:
“Así las cosas, se requiere un
análisis sistemático de potenciales escenarios y de las capacidades que tiene
la empresa para desarrollar su objeto de negocio de manera sostenible. Un
elemento crucial de análisis es la estructura de costos, por lo que debe
pensarse en aspectos tan variados como validar oportunidades con el menor costo,
conocer las actividades esenciales y cuáles se pueden subcontratar, saber si
las medidas de desempeño son realmente importantes, cómo apalancarse en la
tecnología y automatizar procesos y, por último, pero no menos importante, cómo
crecer sin perder”.
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