Una tendencia en las grandes
ciudades es el deseo que tienen muchas personas de vivir en lugares más
tranquilos, generalmente en el campo o en zonas semirrurales, y regresar al
atafago, la contaminación y el estrés que se maneja en las urbes solo por
cuestiones de trabajo o por acciones puntuales como ir a conciertos, congresos o
realizar otras actividades de ocio. Esta tendencia comenzó en los años 80 del
siglo XX y se ha estructurado como un
nuevo estilo de vida, sobre todo, en países europeos y en EE. UU. El
neorruralismo (como se denomina a este desplazamiento de áreas urbanas
congestionadas a zonas rurales más tranquilas, menos contaminadas y con
contacto más cercano a la naturaleza) tiene como motivación principal lograr
una mejor calidad de vida, un mayor disfrute con los seres queridos y una existencia
más sencilla. El avance tecnológico y el hecho de poder hacer muchos trabajos
desde la virtualidad ha favorecido este movimiento hacia ciudades con menos
densidad poblacional y entornos más saludables.
En Colombia, quienes habitamos en
ciudades intermedias somos testigos de excepción de construcciones masivas en las
afueras, con una gran afluencia de nuevos propietarios, que llegan a vivir a municipios
menos poblados. En los clubes sociales o en la cotidianidad de las vías se menciona
que Pereira se ha ido “bogotanizando”. Es cierto que a muchas de esas personas
les gustaría estar en zonas más rurales, de mayor contacto con la madre
naturaleza, pero el campo colombiano tiene una característica muy particular
que hace imposible que alguien que trata de huir del estrés citadino se
traslade a un lugar donde peligra su vida a causa de los diferentes tipos de
violencia que se desarrollan en el entorno. La geografía de la Colombia rural
está sembrada junto con los huesos de los muertos, y sus ríos están contaminados
por la sangre que diariamente derraman quienes la han habitado a lo largo de
los años.
Las conclusiones del Centro
Nacional de Memoria Histórica consignadas en el texto Una nación desplazada.
Informe nacional del desplazamiento forzado en Colombia registra cifras
aterradoras: más de seis millones de personas han sido forzadas por las
violencias ocasionadas por actores armados para que abandonen sus hogares, sus
tierras, sus bienes, sus costumbres, sus comunidades y sus medios de vida, lo
cual posiciona a Colombia como uno de los primeros países a nivel mundial con
la mayor cantidad de desplazados internos. Muchos territorios (como sucede con
San Carlos, uno de los más bellos municipios del país, ubicado a 119 kilómetros
de Medellín) han estado a punto de desaparecer por el hostigamiento que sufren
sus pobladores, que eligen como única vía para sobrevivir desplazarse y engrosar
los cinturones de miseria de las grandes urbes. Sí. En general, el campo
colombiano no es el lugar adecuado en este momento histórico para disfrutar de sus
bellezas naturales, porque allí reina el temor sobre el siguiente atentado o
masacre. Solo la paz y la justicia social podrán recuperarlo. www.urielescobar.com.co
0 comentarios:
Publicar un comentario