Publicado
en Diario ADN, junio 21 2017
El pasado
15 de junio murió en Miami,donde había vivido los últimos años de su larga
existencia, don Rafael Picciotto. Como nunca hizo aspavientos de su
servicio a Colombia y de los grandes empujes que proporcionó al prestigio
del país desde la empresa privada, su duelo ha sido guardado por su viuda y
sus hijos con igual recato con el que vivió y por tanto no
mereció titulares de prensa.
Pero don
Rafael adelantó tanto a esta tierra colombiana, que lo recibió cuando había
terminado sus estudios en Londres y no pensaba en radicarse en su natal
Guatemala, que hoy mirando solo hacia atrás alcanza a
entenderse su comportamiento. Desde hace 63 años montó en Colombia la
puerta para que el brandy de Pedro Domecq entrara al país. Primero como
distribuidor, después haciendo lo que nadie había hecho hasta
entonces,fabricándolo en concesión en sus plantas de Cali y Puente Aranda.
No se
cuántas cantaoras de los velorios de los negros de la Costa Pacífica siguen
tomando botellas y botellas del brandy y aunque ya no es el trago de los
muchachos,( como si lo fue en nuestra época universitaria),su empeño lo
llevó no solo a seguir creyendo en la industria vitivinícola en este país
sino a la asombrosa hazaña para muchos riquitos bogotanos,de adquirir la
viña Undurraga en Chile y colocar el nombre de Colombia en la primera fila
de los productores de vino fino en el mundo.
Invirtió
en muchas empresas, todas satisfactoriamente rentables, estructuró con
sapiencia cada paso y como daba gusto oírle sus reparos, hará
mucha falta su opinión o su advertencia a los nuevos emprendedores y
más a quienes tuvimos el privilegio de ser sus contertulios.
@eljodario
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