Esa platica de la
modernización en cuanto a que le coloquen caja de dientes – aunque sea- a la oficina de Descontrol Físico, se perdió.
Es una irresponsabilidad
mayor. La secretaría de Gobierno ha visto engordar, las dificultades derivadas
de la ciudad que crece en la informalidad. La campanada de alerta de CAMACOL,
sobre el 60 por ciento que se construye sin licencias de construcción,
es de una gravedad inaudita.
Por las Curadurías, corre la
desazón. Las estafas por planes habitacionales se multiplican sin que haya
correctivos administrativos oportunos.
Por calles y carreras no
existe orden. El espacio público hace parte del negocio.
La ciudad está que explota.
Las invasiones dejan otro tono de incertidumbre. Prefiero a José Fernando
Robledo quien salió disparado por arte de mortero en ese cargo y no el maquillaje excelso de
quien llegó de rebote al mismo, para nadar en la nómina como una sombra larga.
Debió renunciar hace rato.
Gobierno no se ve: orden, autoridad, escasean. Políticas claras, pese al
esfuerzo de los policiales, deteriora la red de seguridad.
Eran en el 2015,
identificadas 1271 invasiones y hoy, de
acuerdo con el estudioso concejal Carlos Hernán Muñoz, de Cambio Radical, pasan
de 2 mil. Caracol – La Curva se la toman con una facilidad siniestra. Caimalito
es de nadie, ni qué decir de otros asentamientos en otros sectores de la
periferia, amén de los nuevos “urbanizadores” modernos que empujan la ciudad a
lo ancho de sus negocios en sus propias calles. “Inversionistas” oscuros, que
subyacen entre el lucro y la violación de normas.
Algo grave pasa que cerramos
los ojos ante tamaño despropósito. La ciudad es un caos creciente y vemos que
no se actúa. No hay vigilancia. En todas partes se construye: quebradas, ríos,
zonas de riesgo, son tomadas como parte del negocio-socio. Se irrespeta las
zonas de protección.
Se nos olvidó que estamos
fracturados por la naturaleza. Lo de Egoyá pasó a ser prioridad. Nadie reconoce
hoy la ciudad subterránea que se mueve entre grandes bifurcaciones de miedo y
agua, que corren entre el olvido y la desesperanza. Mitigación no existe.
Poco vale, como lo denunció
ante el Concejo el ingeniero Croswhaite,
preservar la vida de las personas
o el patrimonio.
Desde
esa oficina, no le responden a concejales ávidos y con entereza como se
denunció mucho menos al ciudadano. Razón tiene el propio presidente Cárdenas y
los concejales Ospina y Giraldo, en pedir respuestas. ¿Quién manda en esa
entidad?
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