Ahora que está de moda hablar sobre Tumaco y proponer desde
Bogotá fórmulas sobre esa tierra particularísima de nuestra geografía, valdría
la pena recordar un poco todos los fracasos que por allá se han dado y proponer
soluciones acordes al temperamento de las gentes que la habitan y no a los
designios de los sabios escritorios santafereños.
En Tumaco se vivió por siglos de dos elementos, la pesca y el
oro. Existía la isla de Bocagrande ( que se tragó el maremoto)para ilusión de
los pescadores, y ríos arriba, desde Barbacoas, fundamentalmente, el oro
para ser vendido a la orilla del mar.Pesca y comercio.Paisaje e ideas y
un aislamiento físico con Pasto terminaron por generar inversionistas caleños
para montar bananeras,palma africana y camaroneras,que dizque se daban
prodigiosamente en esa selva húmeda y esa pereza génetica. Lo conocí en detalle
porque un sobrino de mi padre hasta barco bananero tuvo y un hermano de mi
madre era el gran gurú de los camarones, pero me convencí del embrujo cuando
descubrí la tumba del bisabuelo debajo del altar del cementerio de Ricaurte,
donde había muerto de tifo negro siendo oficial de rieles del ferrocarril que
nunca construyeron entre Pasto y Tumaco.
Al banano y a la palma les cayó la pudrición de cogollo.Al
camarón la bacteria blanca.Al oro los helicópteros que se lo llevan a Cali .No
les quedó más que sembrar coca. Pero como también está maldita,( o la fumigan
con glifosato gringo o la envenenan con balas ambiciosas), Tumaco vuelve y
se hunde en las sombras de su propia maldición.
Me cuentan que el camarón podría volver a ser competitivo si lo
cultivan en períodos donde la bacteria no aparece.Es una esperanza para tanto
sabio bogotano que no conoce Tumaco.
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