Hoy es un día muy especial para la construcción de la paz en
nuestro país.
Es
un día muy especial para el avance en la garantía de los derechos de las
víctimas de nuestro conflicto.
Y
es un día muy especial para seguir cicatrizando las heridas que nos dejaron más
de medio siglo de guerra interna.
Porque
hoy posesionamos a los magistrados y al Fiscal de un sistema de justicia para
la paz que harán historia, no solo en nuestro país sino en el mundo entero.
Ustedes
–magistradas y magistrados– serán los encargados de impartir justicia para
quienes durante nuestro cruento conflicto armado cometieron crímenes que no
pueden ser objeto de amnistía.
Ustedes
darán ejemplo al mundo de que es posible buscar la paz, de que se puede superar
un conflicto por antiguo y execrable que sea, que los seres humanos sí están llamados
a terminar la guerra, que la humanidad se puede dar espacios de optimismo, de
entendimiento, de diálogo, de amor…
La
guerra mata la dignidad humana; la paz la reivindica, la hace florecer.
La
paz –quién lo duda– es el bien supremo de cualquier sociedad y es lo más
preciado que puede tener el ser humano.
Es
apenas natural que los sentidos de la paz pueden ser múltiples. Hay la paz
negativa y la positiva.
El
tránsito de la una a la otra supone que primero opere la pasiva, esto es, que
no haya muertos, que no haya guerra, que cese el fragor de los fusiles…
La
segunda, por el contrario, es más compleja porque supone no solo la
reconciliación de las sociedades sino la consolidación de los derechos
constitucionales de los ciudadanos.
La
paz se encuentra referida en el preámbulo de nuestra Constitución así como en
su artículo 22, que nos dice que es un derecho y un deber de obligatorio
cumplimiento.
Este
marco constitucional implica que la paz es el objetivo último de las
sociedades.
Y
ustedes, magistradas y magistrados, son los llamados a ayudarnos a consolidarla
a través de un sistema de justicia transicional que es objeto de análisis y de
expectativa en el mundo entero.
El
sábado pasado lo hablaba con el Secretario General de las Naciones Unidas,
Antonio Guterres, quien nos visitó en una demostración más del respaldo
internacional a Colombia.
El
secretario Guterres no solo reiteró el apoyo de la comunidad internacional al
proceso de paz sino que también condenó el uso de la violencia para lograr
objetivos políticos.
Y
advirtió algo muy cierto: que se requiere más coraje para hacer la paz que para
hacer la guerra.
El
proceso de Colombia fue sui géneris por varios motivos, pero por tres en
particular que tienen que ver con este evento:
Porque
es el primer proceso de paz en el mundo que se hace poniendo en el centro del
debate los derechos de las víctimas a la verdad, a la justicia, a la reparación
y a la no repetición.
Porque
es la primera vez que un gobierno y un grupo armado ilegal –en un acuerdo de
paz y no como resultado de posteriores imposiciones– crean un sistema de
rendición de cuentas ante un tribunal nacional por la comisión de crímenes
internacionales y otros delitos graves, y se someten a ese sistema.
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