La rígida determinación de la Corte Constitucional de prohibir
de un tajo la caza deportiva en Colombia no nos convierte en un país especial
porque aquí se mate con más facilidad y asiduidad a los seres humanos que a los
animales.Por el contrario,creo que nos asimila a la evolución de la cultura que
siglo tras siglo le ha ido dejando solamente a la tradición española y a los
británicos perseguidores de zorros, el vicio de matar animales para decir que
están practicando un deporte en toda su dimensión.
Sin embargo ninguna ley dice nada sobre la
prevención o castigo para quienes provocan la muerte de los miles de patos
migrantes que llegan a las ciénagas de la costa y mueren envenenados por los
agroquímicos que usan en los arrozales vecinos.
Yo no se cuántos cazadores de tales patos migrantes a
tiros sobrevivan en Colombia y si esa habilidad solo llegó hasta las
épocas de Mancuso,pero recuerdo cuando los cazadores de torcazas llegaban al
Valle del Cauca dirigidos por el hijo de un respetado expresidente, amparados
en la disculpa de acabar con el daño que esas aves hacían a los sembrados de
sorgo que entonces pululaba en mi tierra antes de la homogenización de la caña
de azúcar. Era un espectáculo grotesco y quienes como yo nos oponíamos a
semejante masacre ecológica terminamos solitarios esperando que el paso del
tiempo acabara con los cultivos de pepas ya que no se podía acabar con los
cazadores.Tampoco conozco cuantas especies de aves queden en los Llanos y si
allá se acabaron los chigüiros o los palmípedos como las iguazas que a punta de
escopetas y de secar humedales agotaron en las orillas del rio Cauca,pero si es
de verdad que la prohibición a los cazadores es para proteger la fauna, alguna
cosa debe hacerse para evitar que sigan envenenando los patos que dizque se
aposentan dañinamente en los arrozales.
@eljodario
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