- En lo más alto de las montañas risaraldenses, donde la educación
lucha contra la adversidad, un grupo de jóvenes indígenas está cosechando
su propio futuro.
Pueblo Rico-. El camino hacia la sede rural donde se encuentra la Institución
Educativa Intercultural Dokabú, no es sencillo. La trocha serpentea entre
montañas y ríos y el acceso es un desafío diario para quienes allí estudian y
enseñan. Pero a pesar de la distancia y las dificultades, cada mañana los
estudiantes llegan con entusiasmo. Saben que en su escuela no solo se aprenden
letras y números, sino también el arte de la tierra, ese conocimiento ancestral
que, con el paso de los años, algunos han olvidado.
Ese mismo camino tomaron los insumos y herramientas que el gobernador
Juan Diego Patiño Ochoa les entregó para fortalecer sus proyectos productivos.
Hasta allá también, serpenteando incertidumbres de vida de los estudiantes,
llegó el conocimiento de la Secretaría de Desarrollo Agropecuario de Risaralda.
Las dudas ahora son certezas de vida.
El profesor Luis Anilio Palacio Murillo lo tiene claro: en su aula, la
educación no se limita a los cuadernos. Allí, los estudiantes aprenden a
sembrar, a cuidar y a cosechar. “Nuestros jóvenes tienen algo
invaluable: las ganas de salir adelante. Queremos que la escuela no sea solo un
lugar de paso, sino un espacio donde construya un futuro”, dice con
orgullo.
HUERTAS ESCOLARES
Las huertas escolares, que hoy son el corazón del proyecto, nacieron
como una respuesta a la realidad de la comunidad. Algunos estudiantes
abandonaban sus estudios por falta de oportunidades, otros encontraban caminos
inciertos fuera de la educación. Pero cuando la tierra se convirtió en su aula,
todo cambió.
Cada planta sembrada es una lección viva sobre trabajo en equipo,
paciencia y autosostenibilidad. “Antes, los jóvenes no tenían en cuenta
el clima o las distancias correctas para sembrar. Ahora, gracias a la
capacitación por parte de la secretaría de Desarrollo Agropecuario, han
aprendido a hacerlo mejor, logrando cosechas más productivas”, explica
el docente.
Pero lo más valioso no es solo lo que crece en la tierra, sino lo que
florece en la mentalidad de los estudiantes. Muchos han comenzado a replicar
las huertas en sus casas y algunos incluso comercializan sus productos en Santa
Cecilia, el centro urbano más cercano.
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