Con
los primeros informes que debe entregar a la Asamblea del Risaralda, el
Contralor Óscar Javier Vasco Gil,
muestra el rumbo de su modelo. El que regirá a modo de examen, máxime
que los cubre el manto azul (conservador) en todos los órdenes. No debe existir
una deuda por el no accionar de sus
funcionarios así la radiografía enseñe claros síntomas de la enfermedad.
No
hay vuelta atrás para el desencanto sino para brillar con auditorías especiales
al amparo de los Estado contables, al control financiero de la gobernación, a
la deuda pública y a la propia evaluación del sistema de control fiscal
interno.
No
hay lugar a la duda o al amancebamiento para que la gestión gubernamental
llegue a olvidados sectores de la población.
Debe
este joven Contralor, que lo ha hecho bien en otros cargos y responsabilidades
asumidas, rescatar el informe Ambiental, metido entre las entretelas de una
burocracia que se pudre como los propios archivos de la Gobernación en medio de
la lluvia, expuestas a la humedad y las cajas de cartón, muchas de ellas
arrojadas al suelo sin seguridad alguna. Del rigor del agua que se toma
abultando la miseria.
Quiénes,
le han cumplido a Risaralda desde diversas dependencias, sin “ahogar”
extravagantes recursos guardados en bancos en las 127 cuentas habilitadas. O,
quienes, son los responsables de una gestión financiera desfavorable que
devuelven a Risaralda a extraños superávits.
No
podemos ocultar, la deuda pública con
las entidades financieras que reflejó a
diciembre 31 de 2016, un saldo de $28.442 millones o exceso de recursos sin
ejecutar en un Risaralda que no es verde sino con tendencia a marchitarse sino
existe la gimnasia bancaria a tiempo. Con proyectos reales, concretos, que no
aguantan el parasitismo de una nómina irresponsable que deja mucho que desear y
mal hace quedar al gobierno conservador del doctor Salazar Osorio. Al Senador –
de paso por Pereira- y al Representante,
encaramelados.
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