Publicada en Diario ADN, agosto 4
2017
Lo que hemos vivido los últimos
años en Colombia ha resultado tan vertiginoso y lleno de arandelas,
temores, censuras y manipulaciones mediáticas que no le ha quedado tiempo a
la literatura de contarlo. La vieja tradición colombiana de narrar en
libro lo que no dejan contar en los periódicos y revistas, ni mostrar en
radio o televisión, y que permitió el surgimiento de novelistas a lo largo
del último siglo, parece perdida .Ese afán de meter en un libro lo que se
ha vivido en la realidad, pero que solo cabe en una novela, parece
que se traspapeló.Fue muy usado cuando “la violencia”, la guerra civil no
declarada que vivimos después del 9 de abril. Se mermó casi totalmente
cuando la guerrilla campeó y ,quizás por no ser estigmatizados, la novela
del interior de los frentes guerrilleros no se escribió y la de los paracos
se contó desde afuera buscando que no se olvidaran en el futuro los
temas de horror y crueldad.
La paz de La Habana ha
permitido por estos días que Pinguim Random Rouse edite una
novela,”Este infierno mio” ,del poeta y profesor de literatura Julián
Malatesta y aunque es un texto atosigante de poesía y demasiado detallista
en lo narrativo, es la primera novela colombiana que se narra desde dos
puntos de vista vedados: un prostíbulo y un frente guerrillero. Como tal,
su temática perdona el sancocho de frases lapidarias, poemas,
canciones, y hasta recetas de cocina ,que pueden hacer devolver
a muchos lectores.
Leerla es importante para quienes
buscan en la literatura la versión de los hechos no narrados ,pero como el
profesor Malatesta hace parte del grupo de maestros de la Escuela de
Literatura de la Universidad del Valle, desde donde pregonan con saña
la dinosaúrica teoría de que los narradores que use toda novela son
el mismo autor, temo que corre mucho peligro.
@eljodario
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