Aunque el sanedrín que rodea al expresidente Uribe no haya
dejado de ser el costurero conque pareció iniciar su periplo como partido
político ,debería por estos días analizar lo que está sucediendo en su interior
y las significativas manifestaciones que han ido adoptando sus feroces
enemigos, despertando sentimientos antiuribistas cada vez más generalizados.
Algunos
episodios podrían obligar a ese análisis: 1. La aparición de pasacalles en
varios municipios del oriente antioqueño, siempre tan cerreramente uribista,
advirtiendo que no votarán más por el atropello y no lo harán por ningún
candidato del Centro Democrático. 2. La mayúscula rechifla de que fue objeto el
mismísimo senador Uribe en el parque de Itagüí el pasado domingo cuando
presentaba a Guerra, su candidato a la gobernación y a doña Rosa,la
pretendiente a la alcaldía de ese municipio y 3. El tremendo bajón que ha
sufrido en las encuestas de Cali la popularidad del presidente Duque (apenas
llegó al 19 %) y paralelamente el desmoronamiento de la candidatura del
Chontico Ortiz desde cuando el senador Uribe le dio su apoyo público
descartando al candidato que habían acordado.
Esos tres
factores vistos independientemente pueden ser compensados con la marcha
avallasadora de Ramos en Medellin o con el aumento del número de concejales que
se ve venir en varios municipios.Pero si se miran en conjunto y se valoran
junto al aire divisionista que ha ido creciendo en las huestes uribistas en
departamentos como Valle,Risaralda y Huila.Ysi a todo esto se le suma el alto
significado que encierra el rechazo en Antioquia donde Anibal Gaviria tiene
todas las de ser gobernador por encima del candidato de Uribe, habría que
pensar que se han prendido bombillos rojos en el rebaño del expresidente y que
así sus enemigos no lleguen a ser más que ellos, van a explotar mediáticamente
los resultados.
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