Por ÁLVARO RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ
Pueden decir lo que quieran: somos escépticos los
pereiranos.
Hemos visto muchas cosas al calor del fogón político. Ha
calcinado y la confianza se perdió en muchos gobiernos. Poco de credibilidad.
Ni qué hablar de muchos de ellos encaramados en montículos de barro. Amasaron
fortunas propias.
Pero hay que reconocer el esfuerzo en equipo, colectivo,
que lideró el gobierno del alcalde Juan Pablo Gallo y el ex alcalde Juan
Guillermo Ángel, en sacar adelante esta
fase de la licitación del Megacable. No es un proyecto de poca monta. Es uno de
los más relevantes en su historia que se podría adjudicar de acuerdo con el
cronograma, el 7 de diciembre. Es una política de gobierno en esta espesa
movilidad y de retomar confianza con relación a actuaciones del pasado y que
vinculan con códigos y con prácticas dañinas a ciertos prohombres nuestros.
Dura responsabilidad le espera al nuevo director de Movilidad, al economista
Darío Acosta.
Pierden quienes creen – aún sin ejecutarlo – que los
dineros se irían, mínimo por la alcantarilla.
Son $118 mil millones y diversas fuentes de financiación,
explicó el alcalde Gallo. Sorprende el trabajo común y su estructuración: ¡9
meses! Ojalá, el concurso de méritos que se abre para escoger al interventor,
sea complemento al buen suceso. Cables no se hacen todos los días y marca una
era en la movilidad a la que le jugamos en el Área que no es un caer sino
reinventarnos con talla sobre nuevas rutas para dinamizar lo existente en medio
de alternativas disímiles. Avanza el proceso. Avanza la Ciudad. ¡Eso es volar
alto!
Volar bajo es lo que se ve en la ciudad hoy: crece el
desorden en el espacio público, un paradigma construido con amor de ciudad por
Martha Helena.
En esa red ciudadana, tejida con devoción cuando Pereira
hacía Planeación, añoramos hoy a José
Fernando Robledo, el primer Secretario de Gobierno del actual mandato. Vemos a
la ciudad retroceder: asaltos, asesinatos, desorden, menos estrategia, menos
acción y una quietud que raya en lo peligroso. Carga una nebulosa de burocracia
que no se compadece con sus logros y unos resultados que dejan mucho que desear.
Claro, que fallamos como ciudadanos al no aportarle a un
mando surgido de un civismo con nuevos amarres para construir ciudadanía.
Ciudadanos menos indiferentes, con esta escuela – universidad y hogar que es
Pereira. ¡Es hora de levantar vuelo!
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