A finales de 2017, en el Reino Unido de Gran Bretaña, la comisión
Jo Cox publicó un estudio sobre algunas características de su población. Como
datos relevantes se mencionó que nueve millones de personas –cifra que
corresponde al 14 % del total de habitantes del país– se sentían solas la mayor
parte del tiempo, que el 75 % de los ancianos vivían solos, y que 200.000 de
ellos podían pasar hasta un mes sin mantener ningún tipo de conversación o
interacción con otras personas; de hecho, la mayoría de los médicos generales
entrevistados dijeron recibir diariamente entre 1 y 5 ancianos que habían
pedido cita únicamente para tener con quién hablar.
La
Organización Mundial de la Salud (OMS) corroboró dichos hallazgos y agregó que
Gran Bretaña es el país europeo con el mayor índice de personas que dicen
sentirse solas. Otro estudio que se presentó en agosto de 2017 concluyó que la
soledad puede ser uno de los principales desencadenantes de enfermedades y
muertes prematuras, y tras compararla con la obesidad y el tabaquismo, se llegó
a la siguiente conclusión: si bien las personas obesas tienen un 30 % más de
probabilidades que la población general de morir antes de cumplir los 70 años,
en las personas que viven solas este porcentaje puede ser del 50 %; por otra
parte, los efectos a largo plazo de vivir en esta condición son equivalentes al
consumo de 15 cigarrillos al día.
Ante
la contundencia de tales descubrimientos, la primera ministra del Reino Unido
nombró a Tracey Crouch como ministra de la Soledad el 17 de enero del 2018 por
medio del siguiente comunicado: “Para mucha gente, la soledad es la triste
realidad de la vida moderna. Quiero enfrentar este desafío para nuestra
sociedad y para que todos tomemos medidas para hacer frente a la soledad que
sufren los ancianos, los cuidadores, los que han perdido seres queridos,
personas que no tienen a nadie con quien hablar ni compartir sus
pensamientos". Cruda realidad que aqueja a la sociedad actual por olvidar
un principio esencial: los seres humanos no podemos estar de manera aislada,
sino que tenemos un destino común: vivir en fraternidad, donde haya una
preocupación y un compartir con el otro. Ese es el secreto para alcanzar el
bienestar individual y colectivo
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