Todo ser vivo se encuentra sometido a contingencias que escapan a su
control. Este es uno de los motivos por los cuales en su dotación genética hay
elementos que le permiten afrontar los peligros que ponen en riesgo la supervivencia.
Lo que le pasa a la liebre es un ejemplo que ilustra lo que le sucede a
cualquier individuo perteneciente a alguno de los cinco reinos en que se
dividen los seres vivos. Es un pequeño animal de entre 40 y 60 centímetros que
vive en Europa, especialmente en España; lo primero es que tiene una piel o
pelaje pardo-grisáceo, lo que le permite camuflarse para que los lobos, el búho
real, el águila o el gato montés, sus depredadores naturales, no lo conviertan
en presa fácil para su alimentación. Pero este no es el único mecanismo de
defensa que tiene la liebre, ¡no! Posee, además, unas largas patas,
especialmente las traseras, que le permiten escapar de sus captores y huir a
gran velocidad. Todas las especies, al igual que le sucede a la liebre, deben
librar una dura batalla en el día a día
para cumplir el ciclo vital que le ha sido asignado. Hay otros elementos
que son menos visibles, pero que también cumplen una función trascendental para
preservar la vida: los reflejos de supervivencia y los cambios que deben
realizar para adaptarse a las variaciones medioambientales.
¿Cuáles son los lobos, el búho, el águila o el gato montés que ponen en
peligro la vida del individuo y la sociedad humana? A lo largo del desarrollo
evolutivo, los predadores han ido cambiando. En los primeros años de la
Historia, los principales enemigos eran felinos, grandes primates y cánidos
(lobos y perros salvajes). Sin embargo, los avances tecnológicos permiten decir
que en este momento esos peligros “son cosa del pasado”. De hecho, ahora son
los perseguidos de antaño quienes protegen a muchos de estos animales, que
están en peligro de extinción, precisamente por la acción devastadora que ha
tenido el humano en los últimos siglos sobre el planeta Tierra. Los mayores
peligros que enfrenta una persona para su supervivencia en pleno siglo XXI no
provienen de grandes animales externos que la pueden utilizar como su alimento
y de los cuales se debe defender desarrollando habilidades como la liebre. Esas
grandes amenazas se han trasmutado en los miedos introyectados por el
desarrollo de la conciencia.
El miedo que surge cuando el humano se ve enfrentado a la realidad de
fenómenos como la libertad, la responsabilidad o la muerte la han denominado
angustia existencial. Filósofos como Soren Kierkegaard (1813 – 1855), Friedrich
Nietzsche (1844 – 1900) y Jean–Paul Sartre (1905 – 1980) consideraron esta
experiencia como algo inevitable del individuo y la especie humana. Tal
experiencia debe confrontarse para encontrar un propósito al reto que plantea
la existencia: cada individuo debe asumir la responsabilidad de crear su propia
forma de vivir. Los grandes predadores del pasado se han convertido en peligros
internos que amenazan la estabilidad psíquica del ser: esa es la realidad que
enfrenta el humano actual. www.urielescobar.com.co
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