El 21
de noviembre pasado, el ministro de Salud, Alejandro Gaviria, entregó al país
los resultados de la tercera Encuesta Nacional de Situación Nutricional (ENSIN,
2015), estudio que se hace cada 5 años desde 2005 para determinar el
comportamiento del peso (aumento, obesidad y desnutrición) en la población
colombiana. Los hallazgos se pueden resumir en lo siguiente: el exceso de peso
en 2005 comprometió al 45.9 % de las personas; en 2010, al 51.2 %; y en 2015,
al 56.4 %. En este último estudio, el 37.7% de la población estaba en sobrepeso
y el 18.7% tenía obesidad (siendo hombres el 52.7 % y mujeres el 59.6 %).
En la presentación del estudio,
el ministro Gaviria dijo textualmente que “el crecimiento de las enfermedades
no transmisibles derivadas del exceso de peso será una gran carga para el
sistema de salud”; ¡esto significa que su mayor preocupación es la afectación
económica que este fenómeno conlleva y no la salud de la población! Siendo
coherente con este concepto, propone entonces reabrir el debate sobre el
consumo de bebidas azucaradas, tomar medidas frente al etiquetado de los
alimentos ultraprocesados y fortalecer las políticas públicas para mejorar
estos indicadores. Por otra parte, expertos proponen fórmulas o ‘tips’ para
mejorar la situación, como hacer más actividad física y ver menos televisión.Sin embargo, en ninguna de las propuestas que lanzaron académicos, asociaciones científicas, epidemiólogos se toca un tema que considero extremadamente sensible y tan importante –o incluso más– como los ya señalados: el ser humano. La manera como se relaciona el individuo consigo mismo y con la sociedad es un asunto crucial en esta lucha; si no consideramos este aspecto –también lo dice la proyección de este estudio–, para el año 2030 estaremos en un porcentaje de sobrepeso del 70.1 %, y habremos alcanzado a los norteamericanos y mexicanos, países donde 7 de cada 10 personas tienen sobrepeso. Eso quiere decir que es urgente incorporar en las políticas públicas
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